Resulta
frecuente escuchar en los distintos foros o espacios de debate vinculados al
sector cinegético que uno de los mayores problemas de los cazadores es que no
estamos unidos. El argumento es sencillo, si los cientos de miles de
aficionados con licencia de caza estuviéramos todos a una, los gobiernos
temblarían ante nuestras peticiones y las perdices brotarían debajo de las
piedras. En la mayoría de los casos, esta postura procede de una bienintencionada
fe en la llegada de tiempos mejores, más que de un análisis realista de los
verdaderos problemas del campo y los cazadores. De hecho, la Federación
Española de caza cuenta con 390.000 federados distribuidos en sus distintas
federaciones autonómicas [1], cifra bastante mayor que la suma de las
principales asociaciones ecologistas - Ecologistas
en Acción (34.000 socios); Greenpeace (100.961 socios); WWF-Adena (20.000 socios) [2] -. Sin embargo la
importancia de estos grupos conservacionistas en la vida social del país –
organización de eventos de debate, presencia en medios de comunicación,
participación democrática en las actividades ligadas al medio ambiente - es
mucho más relevante y respetada que la de las respectivas federaciones
autonómicas u otras asociaciones de cazadores. Este hecho demuestra que no es
tan importante el número de personas que se unan, como la propia dinámica de
funcionamiento de la asociación.
Volviendo
a la caza, el actual modelo asociativo predominante en nuestro país son las
federaciones autonómicas. Dichas federaciones se han demostrado altamente
ineficaces en la conservación de las especies cinegéticas e intereses de los
cazadores. El marcado servilismo mostrado ante determinados Gobiernos
Autonómicos las ha convertido en asociaciones políticamente parciales e
incapacitadas para articular una defensa del campo independiente. Asimismo, la
ausencia de democracia interna convierte las líneas de actuación de estos
organismos en las decisiones personales de sus dirigentes, ya que no existe un
programa específico a seguir, ni los socios pueden votar ni opinar directamente
sobre los temas más importantes. Sin embargo, en el caso de que existiera un hipotético
escenario en el que las federaciones no mantuvieran sus estructuras de poder
inalterables y fuesen más imparciales, difícilmente podrían velar por los
intereses de todos los cazadores por una sencilla razón; no son los mismos.
Uno
de uno de los puntos que limita que la mayor parte de los cazadores
puedan ver defendidos sus intereses en una sola asociación o federación de
cazadores, son las importantes diferencias existentes entre los propios
cazadores. Resulta incoherente que pueda existir un movimiento asociativo con
puntos de vista que en muchos casos llegan a ser antagónicos. Aunque a muchos
les cueste aceptarlo, en la caza hay intereses contrapuestos, y es imposible
defender determinados asuntos sin cuestionar otros. Los discursos sentimentalistas
que apelan a la unión suelen obviar interesadamente que los problemas no nos
afectan a todos por igual. Un claro ejemplo es el recurrente lema de muchos de
nuestros gobernantes, que abogan por el concepto de nación y el sacrificio de
todos los ciudadanos para salir de la mal llamada crisis [3,4], cuando es
evidente que esta no nos afecta a todos por igual [5,6]. Por este mismo motivo
existen distintas concepciones o intereses enfrentados dentro del mundo de la
caza que convendría definir con claridad:
1
- Modalidades de caza
Las
políticas medioambientales nos afectan indistintamente según que especies
cacemos. El estado actual de la caza mayor respecto a la menor es un claro
ejemplo de estas diferencias. El hecho de que el hábitat de ciervos y jabalíes
se encuentre principalmente en áreas forestales, cada vez más extensas y
tranquilas debido al abandono rural y agrícola, implica que el área de
distribución de reses y lobos sea cada vez mayor [7]. Sin embargo, la mayoría
de especies de caza menor están ligadas a ecosistemas agrícolas, por lo que
dicho abandono rural y la intensificación de la agricultura (químicos,
regadíos, monocultivos, etc.) perjudican la situación de la mayor parte de
estas especies [8]. En este sentido, y asumiendo que vivimos en una sociedad
predominantemente individualista, poco pueden parecerse las preocupaciones en
este aspecto del señor que cada año visita unas cuentas monterías, del que ha
visto como han desaparecido las perdices y tórtolas de su coto.
2
- Estatus económico o clase social
Otro
factor fundamental que nos diferencia como cazadores es nuestra situación
económica y grado de solidaridad con el cazador sin recursos. Si un cazador ha
perdido su empleo, o su empobrecida economía le impide apuntarse a un coto, su
única posibilidad de cazar estará ligada a Cotos Sociales u otro tipo de
terrenos similares financiados por las administraciones públicas [9]. No hace
falta decir que en muchos casos, no en todos, cazadores con una economía
boyante y que puedan permitirse un gasto en caza de miles de euros anuales, no
tendrán entre sus reivindicaciones que estos espacios sean financiados por el
ente público, incluso algunos criticarán sus existencia. Solo hace falta ver la
tímida y bochornosa reacción de determinadas federaciones ante la eliminación
de los Terrenos Libres y Cotos Sociales [10], comparada con la famosa
manifestación de los cazadores ante la aprobación de la Ley de Patrimonio
Natural y Biodiversidad (42/2007). Los promotores de dicha manifestación
convirtieron una ley inocua para la caza en un ataque a la actividad
cinegética, instrumentando políticamente el miedo de los cazadores. Sin embargo
cuando se han producido ataques reales a los cazadores, como las subidas de los
precios de las licencias de caza o la eliminación de Cotos Sociales o Terrenos
Libres, parece que manifestarse no es lo oportuno. Evidentemente, los actuales
representantes de los cazadores no velan por que las personas con menos
recursos puedan cazar, mas bien pareciera que defienden otros intereses, y en
eso muchos no estamos ni estaremos de acuerdo (Ver entrada anterior).
3
- Ética y conducta en el campo
Nuestro
comportamiento en el campo es probablemente el factor que más nos aleja entre
cazadores. Desde el punto de vista ético, no es comparable la perspectiva de un
señor que no está dispuesto a asumir ninguna limitación en el número de
capturas o que se conforma con tirar perdices de granja, de los que estaríamos
dispuestos a cazar menos o nos avergüenza disparar sobre una animal criado en
cautividad. Algunos nos sentimos mas lejos de los que organizan o acuden a una
tirada de tórtolas en un cebadero, saltándose los cupos y acribillándolas, que
de los propios ecologistas que piden su moratoria [11]. Por eso, la
cuestión no es caza si o caza no, sino que modelo de caza defendemos
exactamente. Es incompatible que en una misma asociación convivan cazandangas y
escopeteros con cazadores responsables que les duele el campo. ¿Cuántos
estarían dispuestos a que prohibiesen las sueltas de perdices de granja, a que
prohibiesen los cercones, o a respetar honradamente los cupos?
4
- Intereses económicos frente a medioambientales
Este
elemento lo podríamos supeditar al ético, pero consiste básicamente en que
muchos negocios asociados a la actividad cinegética son francamente inmorales e
incompatibles con una caza ética y sostenible. Algunos ejemplos son: las
cacerías de zorzales o tórtolas que no respetan los cupos, la venta de perdices
de granja, las cacerías en cercones y en explotaciones de caza mayor con
densidades excesivas, y así un largo etcétera. ¿Defendemos la misma caza los
que estamos en contra de estas prácticas y los que las practican y justifican?
La caza debe ser un aprovechamiento sostenible y respetuoso con el campo por
encima de los negocios particulares. El factor económico como prioridad también
choca frontalmente con la necesaria tecnificación de la caza. Los que
entendemos que tienen que ser la ciencia y el conocimiento especializado los
que deben marcarnos como y cuanto debemos cazar divergemos absolutamente con
los que quieren cazar igual que hace 15 años auspiciados en sus propias
creencias.
Dicho
esto, ¿como es posible que con unos intereses y sensibilidades tan diversas
muchas voces respetables aboguen por la unión de los cazadores en un frente
común? La respuesta es clara, el miedo. Esta emoción, que se basa en la
percepción de un peligro real o supuesto, tiene una gran capacidad de unir a la
gente, así como de paralizarla. En este caso, el temor responde a una futura
prohibición de la caza, ya que los ecologistas y la sociedad urbanita
consideran esta una actividad antagónica e inmoral. En este sentido, es
evidente que para muchas personas la caza es algo detestable, sin embargo, esta
percepción nace en muchos casos de una desinformación mediático-social, y en
otros de un planteamiento moral que no tiene por que ser más válido que el de
un cazador responsable. Aun así, una sociedad avanzada no debe asumir la caza
como una exigencia de un colectivo numeroso que impone sus propios dogmas. Mas
bien, deberían ser los argumentos lo que convenciesen y situasen a esta como
una actividad social que bien planteada implica beneficios ambientales y
económicos. Lo que está claro, es que si seguimos en la línea actual muchas
especies desaparecerán antes de que las veden, y casi prefiero lo segundo.
La
unión que hoy es más necesaria que nunca es la de aquellas personas que tengan
una concepción de la caza responsable y adaptada a la nueva realidad del campo.
Estas deben organizarse y asociarse en un colectivo que, huyendo de falsos
miedos, exponga con claridad sus principios y exigencias. Los integrantes de
esta futura e hipotética asociación deberían asumir y defender una caza basada
en la estricta conservación del campo y las poblaciones de especies
cinegéticas, enfatizando en los valores sociales y éticos de la actividad, y
apoyándose en todo caso en criterios técnicos. Por otro lado, el hecho de que
surgiera una nueva asociación con estas características no implicaría que no se
pueda estar de acuerdo y hacer frente común con otras asociaciones cinegéticas
en diversas cuestiones en las que la mayoría de los cazadores estamos de
acuerdo. Un claro ejemplo de esta compatibilidad se encuentra en las
asociaciones ecologistas, ya que, aunque la mayoría coinciden en sus
planteamientos conservacionistas, cada una tiene un enfoque diferente. Por
ejemplo, Ecologistas en Acción tiene un marcado carácter
anticapitalista en su defensa del medio ambiente, mientras que, por otro lado, WWF Adena no tiene un planteamiento político tan
definido. Asimismo, Igualdad
Animal esta fundamentalmente
en contra del especismo y el maltrato animal, mientras que para las anteriores
la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas tienen una mayor
importancia.
La
situación de extrema gravedad del campo español precisa que seamos los propios
ciudadanos, en este caso los cazadores, los que tomemos la iniciativa, y no
esperar a que nadie venga a solucionarnos nada ni estar todo el día pataleando.
Hay que construir nuevas alternativas que permitan que los cazadores que
manifestamos una inquietud real por el estado del campo y la caza podamos
desarrollar toda nuestra pasión y esfuerzo en un proyecto creíble en el que
nuestra voz cuente. Dejemos el puñetazo en la mesa para los mediocres. Deben
ser los principios éticos y los argumentos apoyados en el trabajo de los
técnicos e investigadores los que articulen nuestro discurso. Del mismo modo,
una postura alejada de dogmatismos y miedos permitiría colaborar y hacer fuerza
común en muchas causas con grupos conservacionistas; asuntos como el
envenenamiento del campo agrícola, el uso de venenos contra depredadores o el
respeto de la legislación vigente nos acercan más de lo que muchos creen.
La
unión hace la fuerza, pero la unión en torno a unos principios y objetivos
comunes, no a un miedo paralizante e infundado.
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