Cualquiera que frecuente las redes sociales ha podido comprobar el fuerte revuelo causado por las desafortunadas declaraciones de Andrés Perelló, parlamentario europeo del PSOE. Aunque hubo posterior rectificación, el protagonista en cuestión propuso en el parlamento una restricción de la caza deportiva en la UE, lo cual es absolutamente disparatado. Desgraciadamente no es la primera vez que ocurre algo así. Muchos recordarán el vídeo del Presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núnez Feijóo, arremetiendo contra la caza; declaraciones que, por cierto, ya se han encargado de eliminar de youtube [1]. En general, podría decirse que la negación de la caza que procesa parte de la ciudadanía, sea por posiciones morales o desconocimiento, también se ve reflejada en las declaraciones de sus representantes públicos. Aun así, la caza tiene un fuerte arraigo en nuestra sociedad, además de aportar importantes beneficios socioeconómicos, por lo que un planteamiento serio de su restricción es un suicidio político que hoy por hoy es impensable.
Pues bien, lejos de sorprendernos este tipo de declaraciones contra la caza, lo que nos llama poderosamente la atención es la fuerte reacción a las declaraciones del señor Perelló mostrada por numerosos cazadores. Comentarios del tipo: “les va a votar rita” o “cuanto daño hacen a la caza declaraciones de este tipo” han sido muy frecuentes estos días. En la misma línea, la Federación castellanomanchega ha llegado a pedir la dimisión del parlamentario, la ONC su rectificación inmediata, y Jóvenes por la Caza afirmaron que era un complot orquestado por los ecologistas.
¿Y
que es lo que nos sorprende de esta reacción? Pues que esos mismos que claman al
cielo por las declaraciones del parlamentario no se escandalizaron mientras que
el PSOE desarrollaba políticas que han favorecido el abandono rural y han barrido
a perdices, codornices y tórtolas del campo agrícola español. Aunque esto pueda
resultar una aclaración infantil, lo que afecta a la caza y la conservación del
medio natural no son las declaraciones de los políticos a favor o en contra de
la venatoria, sino las políticas que desarrollan sus partidos cuando gobiernan.
No es que esté mal criticar afirmaciones como las de Perelló o las de Núñez
Feijóo, ni mucho menos; pero identificar en ellas un grave ataque a la caza y
no hacerlo en sus políticas ambientales resulta bastante incoherente e incluso
ingenuo.
Si
hacemos memoria del último periodo en el que el país fue gobernado por el PSOE,
seguramente la mayoría de cazadores recordarán la figura de Cristina Narbona
por ser estigmatizada como una peligrosa anticaza. Sin embargo, muy pocos podrían hacer un balance real de
si las políticas desarrolladas por ese Ministerio fueron más o menos perjudiciales
para el campo español que las de sus sucesores. A esto último habría que añadir
que todo aquello beneficioso para la conservación del campo favorece
sistemáticamente a la caza.
El
contrapunto a esta situación lo dan otros políticos bastante más astutos o
mejor asesorados que los anteriores. Destacan los casos de Dolores de Cospedal
o Esperanza Aguirre, ya que ambas manifiestan su apoyo a la caza, incluso llegando a practicarla [2,3]. Sin
embargo, si atendemos a las políticas de sus gobiernos autonómicos podemos
afirmar que la dedicación de recursos humanos y económicos a la gestión de la
caza son irrisorios e incluso menores que en otras comunidades; es decir el
asunto les importa un pimiento. Basta darse una vuelta por los cotos madrileños
o toledanos para saber que la perdiz roja esta reduciéndose en gran parte de
estas regiones a un ritmo vertiginoso. De nuevo conviene apuntar que esto sucede
porque lo que en realidad afecta a las perdices nos son las afirmaciones del
político, sino las políticas que desarrolla su partido cuando gobierna. Si
seguimos analizando a ambas dirigentes políticas veremos que el Gobierno de Cospedal
en Castilla la Mancha habla maravillas de la caza, pero en la práctica sirve
caciquilmente al lobby de los regantes y sindicatos agrarios afines. Por este
motivo nunca desarrollará prácticas agrícolas respetuosas con la fauna.
Curiosamente los sindicatos agrarios no se conforman con declaraciones a favor
de la agricultura, sino que exigen políticas concretas, y las consiguen.
Esperanza Aguirre, también defensora de la caza, ha convertido la Comunidad de
Madrid en un Scaltextric; con
autovías, radiales y todo tipo de obra civil innecesaria. Para el que aún no lo
sepa, las perdices y liebres llevan bastante mal que su hábitat se convierta en
un polígono desierto, un campo de golf o lo atraviesen dos autovías. Pues
mientras esta señora beneficiaba al lobby de las grandes constructoras destrozando
centenares de cotos de la Comunidad de Madrid, no ha dudado en declarar que la
caza es un aprovechamiento superbeneficioso y necesario [4]. Aguirre no perdió el tiempo afirmando que la construcción de autovías y campos de golf fuese buena, y así contentar a los sectores
empresariales interesados, sino que llevó a cabo políticas que les beneficiaban
y punto [5].
La
necesidad de autoafirmarnos como cazadores denota en ocasiones una falta de
análisis a la hora de identificar cuales son nuestros verdaderos problemas y
necesidades, y más concretamente los de la caza menor. Montar un circo por unas
declaraciones contra la caza puede hacernos sentir los mayores defensores de
nuestra actividad, pero si no reflexionamos en profundidad no seremos más que
un colectivo crédulo y altamente manipulable.
Finalmente,
ahora que tanto se habla del que el campo está envenenado por la agricultura
intensiva, cabe preguntarse porque los Gobiernos del bipartidismo (PSOE-PP) lejos
de apostar por una agricultura sostenible, se han dedicado a fomentar los
regadíos y a no mover un dedo por aplicar prácticas agrícolas respetuosas con
la fauna. Podrían haberlo hecho, ya que hay estudios y propuestas concretas [6, 7, 8]. Sin embargo, no lo hacen por
el rédito electoral y caciquil de servir al lobby de los regantes y sindicatos
agrarios. Solicitar a los políticos que hagan cosas por la caza menor sin
exigirles cambios concretos en sus políticas hacia la agricultura y ganadería
es un absurdo que roza el cinismo más exacerbado. El futuro de la fauna
cinegética solo es posible bajo una agricultura respetuosa, por lo
que los dirigentes que se nieguen a desarrollar políticas en esta línea son
cómplices de la desaparición de la caza menor; independientemente de lo que
digan públicamente o su afinidad personal hacia la caza.
Insistimos,
lo que afecta al futuro de la perdiz roja y la caza menor en general no son las
afirmaciones del político sino las políticas concretas que desarrolle su
partido. Por lo tanto, más nos vale dejar de mirarnos el ombligo e ir a la raíz
del problema, porque a este paso la desaparición de la caza menor llegará mucho
antes que la prohibición de su aprovechamiento.
Nota final:
Animamos
a la ONC y Jóvenes por la Caza a complementar el montaje hecho con Andrés
Perelló, incluyendo a Arias Cañete. Aquí dejamos una propuesta:
____________________________________________________________________
[7] http://agris.fao.org/agris-search/search/display.do?f=2013/US/US201300120000012.xml;US201300001298