La
repercusión mediática que ha tenido la futura construcción del macrocomplejo
Eurovegas ha conseguido que la mayoría de los ciudadanos conozcamos el
desarrollo de este proyecto en la Comunidad de Madrid. Todo parece indicar que
los futuros casinos y campos de golf no serán más que una continuación del
modelo de grandes obras y especulación que ha llevado a este país a la
situación actual [1] [2]; por lo tanto, muchos ciudadanos convendrán que estos
negocios poco ayudan – ni ayudarán - a solucionar los problemas reales de los madrileños.
Sin embargo, más allá de estas consideraciones, Eurovegas es probablemente el
mejor ejemplo de la actitud mostrada por la mayoría de cazadores ante estos
fenómenos de degradación y destrucción del campo. Me explico. Muchos tendríamos
que volver a nacer para no sufrir cada vez que observamos verter hormigón y
cemento sobre rastrojos y montes. He visto como grandes cotos de perdiz y
liebre han sido fragmentados por carreteras y líneas de alta velocidad. He
visto como arroyos y manantiales donde pude cazar tórtolas y codornices se
convertían en asfalto. He visto grandes cazaderos convertirse en polígonos
fantasma. Y lo que es peor, he visto a cientos de cazadores afectados por este falso
desarrollo no mover ni un dedo para evitarlo.
El
caso de Eurovegas es un ejemplo muy didáctico de esta lamentable realidad. En
esta ocasión el coto de caza afectado por el citado macroproyecto es el Vedado
Viejo, un mítico corredero de liebres situado en Alcorcón y conocido por todos
los aficionados al galgo [3]. En estos campos de cultivo se celebraron cuatro
finales del campeonato de España de Galgos, cosa que probablemente jamás
volverá a ocurrir.
A
todas luces resultaría lógico que un colectivo como el galguero, principal
interesado en conservar un patrimonio natural tan emblemático para el
desarrollo de su afición, se hubiera posicionado en contra de esta iniciativa industrial
y hubiera tomado las acciones de protesta o legales pertinentes. Pero la
realidad es aplastante, salvo los lamentos expuestos en algún foro por contados
galgueros, nada de esto ha ocurrido. Desgraciadamente estos silencios no son
una novedad en la Comunidad de Madrid, donde en los últimos 10 años decenas de
magníficos cotos de caza han sido mutilados por radiales y líneas de alta
velocidad con una respuesta inexistente por parte de nuestro colectivo. Y es
que, por muy triste que parezca, la resignación baña las palabras de la mayoría
de los cazadores cuyos cotos han sido víctimas de este falso progreso que todo
lo impregna. Esta actitud siempre me ha llamado la atención, ya que me consta
que somos muchos los que después de llevar años cazando en una misma zona,
sentimos esos cerros y arroyos como si fueran nuestros. Allí se narran horas de
nuestras vidas, allí señalamos nuestros lances, allí aprendimos grandes
lecciones del fluir del campo. Entonces, ¿Cómo puede existir tanta pasividad
ante el robo de algo que forma parte de nuestro patrimonio vital?
En
un esfuerzo por encontrar los motivos, que siempre los hay, surgen algunas
hipótesis. Por una parte, este tipo de infraestructuras (radiales, AVE,
macropolígonos) proceden de iniciativas de las propias administraciones
públicas. Debido a esto, y a que las Federaciones de Caza muestran en muchas
comunidades un total servilismo y falta de autonomía ante sus gobernantes,
resulta imposible que muerdan la mano que les da de comer. Por otro lado, está
el factor cultural; es decir, al igual que muchos ciudadanos afectados por la mal
llamada crisis sienten ilusamente que manifestarse es solo cosa de comunistas y
sindicalistas, ocurre que para no pocos cazadores defender el medio ambiente
mediante protestas y acciones judiciales es patrimonio de los grupos ecologistas.
Curiosamente, son los propios ecologistas los que en este caso si están
intentando salvar el Vedado Viejo [4], no por ser coto, que ya conocemos
nuestras discrepancias, pero si por ser campo y por una cuestión de sentido
común.
En
último lugar estarían aquellos que excusan, e incluso defienden, su inmovilismo
en el empleo que generan estas grandes obras. Sin embargo, basta leer a
expertos en economía ambiental como José Manuel Naredo [5] o el reciente y
recomendable libro “Infraestructuras de transporte y crisis“ de Paco Segura [6],
para entender que los fines que persiguen la construcción de grandes
infraestructuras no son generar empleo ni cubrir demandas sociales, sino
satisfacer la codicia económica de las grandes constructoras nacionales.
Aeropuertos sin aviones o trenes de alta velocidad sin pasajeros les deberían
abrir los ojos al más escéptico. Por lo tanto, no estamos hablando de que
nuestros cotos se vean afectados por la construcción de un hospital, un colegio
o un campus universitario; nos referimos a situaciones claramente injustas que
buscan el beneficio de unos pocos por encima de las verdaderas necesidades
sociales y la conservación de nuestros patrimonio natural [7].
Por
otro lado, la incultura medioambiental que reina en nuestra sociedad provoca
que para la mayoría de ciudadanos los paisajes de cultivos cerealistas salpicados de árboles solitarios apenas tengan valor ambiental. Desde luego, el que no conoce
no valora, y las estepas madrileñas y de otros muchos lugares no están en el
imaginario colectivo de paisajes a proteger. Sin embargo, los cazadores –
principalmente los de menor - conocemos
de primera mano la riqueza cinegética que nos brinda el paisaje “castellano”,
los que nos debería hacer sentir responsables de su protección. Muchos de los
que afirman abiertamente que los cazadores somos los mayores ecologistas
deberían hacer autocrítica y observar nuestra aterradora inmovilidad ante la
degradación y destrucción de nuestros cotos. Eso, o hablar con un poco mas de
propiedad.
De
momento, la plataforma S.O.S. Salvemos la
Perdiz Roja [8] es un pequeño gran avance, que nos señala cómo es posible
llevar a cabo iniciativas entre cazadores comprometidos con la conservación, más
allá de la dependencia a órganos federativos.
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[1] http://www.publico.es/espana/450376/eurovegas-ni-trabajo-ni-inversion-solo-pelotazo-y-corrupcion
[6] Paco Segura. 2012.
Infraestructuras de transporte y crisis. Grandes Obras en tiempos
de recortes sociales. Prólogo de José Manuel Naredo.