miércoles, 6 de marzo de 2013

Eurovegas se construirá sobre un coto de caza


La repercusión mediática que ha tenido la futura construcción del macrocomplejo Eurovegas ha conseguido que la mayoría de los ciudadanos conozcamos el desarrollo de este proyecto en la Comunidad de Madrid. Todo parece indicar que los futuros casinos y campos de golf no serán más que una continuación del modelo de grandes obras y especulación que ha llevado a este país a la situación actual [1] [2]; por lo tanto, muchos ciudadanos convendrán que estos negocios poco ayudan – ni ayudarán - a solucionar los problemas reales de los madrileños. Sin embargo, más allá de estas consideraciones, Eurovegas es probablemente el mejor ejemplo de la actitud mostrada por la mayoría de cazadores ante estos fenómenos de degradación y destrucción del campo. Me explico. Muchos tendríamos que volver a nacer para no sufrir cada vez que observamos verter hormigón y cemento sobre rastrojos y montes. He visto como grandes cotos de perdiz y liebre han sido fragmentados por carreteras y líneas de alta velocidad. He visto como arroyos y manantiales donde pude cazar tórtolas y codornices se convertían en asfalto. He visto grandes cazaderos convertirse en polígonos fantasma. Y lo que es peor, he visto a cientos de cazadores afectados por este falso desarrollo no mover ni un dedo para evitarlo.
El caso de Eurovegas es un ejemplo muy didáctico de esta lamentable realidad. En esta ocasión el coto de caza afectado por el citado macroproyecto es el Vedado Viejo, un mítico corredero de liebres situado en Alcorcón y conocido por todos los aficionados al galgo [3]. En estos campos de cultivo se celebraron cuatro finales del campeonato de España de Galgos, cosa que probablemente jamás volverá a ocurrir.


A todas luces resultaría lógico que un colectivo como el galguero, principal interesado en conservar un patrimonio natural tan emblemático para el desarrollo de su afición, se hubiera posicionado en contra de esta iniciativa industrial y hubiera tomado las acciones de protesta o legales pertinentes. Pero la realidad es aplastante, salvo los lamentos expuestos en algún foro por contados galgueros, nada de esto ha ocurrido. Desgraciadamente estos silencios no son una novedad en la Comunidad de Madrid, donde en los últimos 10 años decenas de magníficos cotos de caza han sido mutilados por radiales y líneas de alta velocidad con una respuesta inexistente por parte de nuestro colectivo. Y es que, por muy triste que parezca, la resignación baña las palabras de la mayoría de los cazadores cuyos cotos han sido víctimas de este falso progreso que todo lo impregna. Esta actitud siempre me ha llamado la atención, ya que me consta que somos muchos los que después de llevar años cazando en una misma zona, sentimos esos cerros y arroyos como si fueran nuestros. Allí se narran horas de nuestras vidas, allí señalamos nuestros lances, allí aprendimos grandes lecciones del fluir del campo. Entonces, ¿Cómo puede existir tanta pasividad ante el robo de algo que forma parte de nuestro patrimonio vital?

En un esfuerzo por encontrar los motivos, que siempre los hay, surgen algunas hipótesis. Por una parte, este tipo de infraestructuras (radiales, AVE, macropolígonos) proceden de iniciativas de las propias administraciones públicas. Debido a esto, y a que las Federaciones de Caza muestran en muchas comunidades un total servilismo y falta de autonomía ante sus gobernantes, resulta imposible que muerdan la mano que les da de comer. Por otro lado, está el factor cultural; es decir, al igual que muchos ciudadanos afectados por la mal llamada crisis sienten ilusamente que manifestarse es solo cosa de comunistas y sindicalistas, ocurre que para no pocos cazadores defender el medio ambiente mediante protestas y acciones judiciales es patrimonio de los grupos ecologistas. Curiosamente, son los propios ecologistas los que en este caso si están intentando salvar el Vedado Viejo [4], no por ser coto, que ya conocemos nuestras discrepancias, pero si por ser campo y por una cuestión de sentido común. 

En último lugar estarían aquellos que excusan, e incluso defienden, su inmovilismo en el empleo que generan estas grandes obras. Sin embargo, basta leer a expertos en economía ambiental como José Manuel Naredo [5] o el reciente y recomendable libro “Infraestructuras de transporte y crisis“ de Paco Segura [6], para entender que los fines que persiguen la construcción de grandes infraestructuras no son generar empleo ni cubrir demandas sociales, sino satisfacer la codicia económica de las grandes constructoras nacionales. Aeropuertos sin aviones o trenes de alta velocidad sin pasajeros les deberían abrir los ojos al más escéptico. Por lo tanto, no estamos hablando de que nuestros cotos se vean afectados por la construcción de un hospital, un colegio o un campus universitario; nos referimos a situaciones claramente injustas que buscan el beneficio de unos pocos por encima de las verdaderas necesidades sociales y la conservación de nuestros patrimonio natural [7].




Por otro lado, la incultura medioambiental que reina en nuestra sociedad provoca que para la mayoría de ciudadanos los paisajes de cultivos cerealistas salpicados de árboles solitarios apenas tengan valor ambiental. Desde luego, el que no conoce no valora, y las estepas madrileñas y de otros muchos lugares no están en el imaginario colectivo de paisajes a proteger. Sin embargo, los cazadores – principalmente los de menor -  conocemos de primera mano la riqueza cinegética que nos brinda el paisaje “castellano”, los que nos debería hacer sentir responsables de su protección. Muchos de los que afirman abiertamente que los cazadores somos los mayores ecologistas deberían hacer autocrítica y observar nuestra aterradora inmovilidad ante la degradación y destrucción de nuestros cotos. Eso, o hablar con un poco mas de propiedad. 

De momento, la plataforma S.O.S. Salvemos la Perdiz Roja [8] es un pequeño gran avance, que nos señala cómo es posible llevar a cabo iniciativas entre cazadores comprometidos con la conservación, más allá de la dependencia a órganos federativos.



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[6] Paco Segura. 2012. Infraestructuras de transporte y crisis. Grandes Obras en tiempos de recortes sociales. Prólogo de José Manuel Naredo.