Educación. Probablemente haya pocas palabras en nuestro lenguaje
que generen tanto consenso. Todo el mundo coincide en la importancia de educar
a los jóvenes para que desarrollen una mentalidad crítica y que, en palabras
llanas, no sean unos ignorantes a los que tomen el pelo. La Educación Ambiental
gira en la órbita de la anterior definición, y además cumple una función social
y de interés general: no solo trata de formar a nuestra juventud
en términos medioambientales, sino que resulta esencial para que la sociedad
aprenda a respetar nuestro patrimonio natural y actue en consecuencia. Ya conocen el dicho:
aquello que no se conoce, no se valora y difícilmente podrá ser respetado.
La Educación Ambiental se enfrenta a un reto cada vez mayor a
consecuencia de la brecha existente entre la población urbana y el medio natural: ya no solo debe concienciar sobre qué acciones son negativas o no para la
conservación de nuestros ecosistemas, sino que además debe explicar a los jóvenes
urbanitas como son esos ecosistemas y como se gana la vida la gente que vive en ellos y no en ciudades. Si no se les explica este tipo de cuestiones se generan situaciones rocambolescas, como que los niños no sepan de donde procede la leche, o que sea el cine y la televisión quienes eduquen a nuestros hijos en estos menesteres. Para evitar lo anterior, son desarrollados multitud de
programas de Educación Ambiental financiados con dinero público que potencian las visitas de escolares a centros de interpretación de la naturaleza, granjas, huertos
urbanos e incluso charlas impartidas en las propias aulas. Nadie dudará de que un escolar que
aprenda que para comer verdura o carne se necesita agricultura y ganadería, o
que para proteger a nuestras especies emblemáticas se necesita preservar sus hábitats,
será un joven con mayor capacidad crítica y de interpretar de una manera más contextualizada las demandas de nuestro medio natural. Por ello, la Educación Ambiental es
puesta en un pedestal por todo aquel que siente algo de simpatía por nuestro patrimonio natural y su futuro.
Sin embargo, existen excepciones. Hay un tipo de Educación Ambiental
que parece no ser adecuada, de manera que determinados
aprovechamientos de nuestros recursos naturales no deberían ser divulgados entre los jóvenes. Esto parece desprenderse de la información publicada esta semana en el eldiario.es (1), en el que se acusa a un programa educativo que ilustra a los escolares extremeños sobre la actividad cinegética de ser un ejercicio
de captación de nuevos cazadores financiado por la administración pública. Lo que viene a decirnos este artículo es que explicar
a los escolares en que consiste la caza y cuál es su importancia en la vida
social y económica de Extremadura convertiría automáticamente a esos jóvenes en
autómatas pro-caza que matarían animales por placer. Lo que quizás no se haya
planteado quien escribió esta información es que una persona que conoce
distintas perspectivas sobre una actividad, sea la caza o el periodismo, estará
más capacitada para juzgarla de una manera crítica, y no al revés. Y aquí llega
la triste paradoja, y es que quienes acusan de adoctrinar sobre caza son
precisamente los que actúan de una forma llamativamente dogmática y llena de prejuicios. Se puede simpatizar o no con la actividad cinegética, pero explicar en las aulas qué es la caza no es más que
trasladar a los jóvenes información sobre uno de los aprovechamientos de
nuestros recursos naturales más importantes en la vida social y económica del
medio rural ibérico, y en particular de Extremadura. La gestión del
aprovechamiento cinegético se ilustra en las Universidades, y se desarrolla en
las secciones de caza y pesca de cada una de las Consejerías de Medio Ambiente regionales
de nuestro país. Hay técnicos, ingenieros, biólogos e investigadores
especializados en este ámbito. No se trata de una afición de cuatro tarados
obsesionados con matar animales, sino de una actividad reglada con un alto
arraigo en nuestros montes y cuyo desconocimiento por parte de nuestros jóvenes
no es algo que debamos celebrar. Hacer noticia de estas charlas, y además con el enfoque tendencioso mostrado por el periodista refleja la beligerancia con la que la caza es tratada gratuitamente.
Lo más relevante es que no informar a los escolares
sobre caza mediante este tipo de charlas no les hará ni más libres ni más críticos. La mayoría de información que les llegue sobre la actividad venatoria vendrá ligada al tratamiento mediatico de la actividad; es decir, noticias sobre furtivismo, maltrato de animales y todo tipo de delitos. Esto construira
en los jóvenes prejuicios insalvables sin una perspectiva que les permita juzgar con
toda la información necesaria la importancia de la caza en la vida rural de nuestro país. Y es aquí donde está el meollo de la cuestión. Quienes
critican que se hable a los escolares sobre caza pretenden sacrificar el
derecho de los chavales a escuchar otra visión diferente a la netamente urbana
y mediática sobre esta actividad, para saciar su certeza absoluta de que la
caza es una actividad deplorable y a extinguir. De nuevo la paradoja: sectarios
acusando de adoctrinar. No es la primera vez que el diario.es publica este tipo
de textos de fuerte calado visceral que ahondan la brecha entre la mentalidad urbana y la cultura rural, como pudimos comprobar en el artículo “La naturaleza no se ama a tiros” (2) publicada por un ilustre a la par que irresponsable
conservacionista.
Por otro lado, habrá quien critique que sea la Federación de Caza
de Extremadura quien imparta estos cursos, en vez de técnicos o expertos
contratados por la Junta de Extremadura. Sin embargo, la mayor parte de programas de Educación Ambiental se subcontratan
con dinero público y son llevados a cabo por empresas, asociaciones o ONGs.
Organizaciones como Ecologistas en Acción o SEO/BirdLife acceden a la
financiación con dinero público de multitud de acciones y programas ligados a
la Educación Ambiental. ¿Por qué motivo una federación de cazadores sin ánimo
de lucro no podría llevar a cabo una actividad divulgativa sobre la práctica
que más conocen? La acusación de pretender hacer cantera por parte de la Federación de Caza
también manifiesta importantes prejuicios hacia la caza. Se imaginan una charla
sobre ganadería extensiva impartida por ganaderos y financiada con dinero
público en el que se acuse a estos de fomentar el
consumo de carne y adoctrinar a los escolares para que sean pastores.
Obviamente no. Escuchar una charla sobre caza
no te incita a ser cazador, del mismo modo que escuchar una charla sobre cómo
se obtienen la madera y el papel no te invita a ser leñador. Lo que si puede aportar
este tipo de charlas es favorecer que los jóvenes dispongan de mayor
información para juzgar esta actividad, reducir la brecha entre la vida urbana y la rural, y evitar la profusión de prejuicios estériles y
generalizaciones que toman la parte por el todo. Los que estén en contra de esto
último que se lo hagan mirar, porque (1) toman a nuestros jóvenes por ignorantes
y (2) tienen un concepto de tolerancia extremadamente limitado.
Solo cabría una posibilidad coherente para criticar estas
charlas: asumir que la caza es una actividad nociva para el medio natural y que
debe ser prohibida inmediatamente. De ser así, eldiario.es podría acompañar estas noticias
con otras criticando que la Junta de Andalucía, la Junta de Castilla y León o la Generalitat
Catalana financian centros de interpretación de la Naturaleza en los que se divulga
la importancia socioeconómica de la caza en nuestros territorios. También deberían abogar por eliminar el centro de investigaciones cientificas ligadas a la fauna cinegética del CSIC (IREC) (3) financiado con dinero público. Y como no, pedir inmediatamente que deje de financiarse todos los proyectos de investigacion ligados a la gestión cinegética que existen en las Universidades Públicas y se pagan con dinero de nuestros impuestos.
En resumen, el trasfondo de quienes acusan de
adoctrinar sobre caza a la Junta de Extremadura o la Federación Extremeña de
Caza vislumbra un pensamiento esencialmente dogmático y que bebe de aquello que
Javier Yanes advertía en su artículo: “El ecologismo no debe caer en la trampa animalista” (4). Un mal endémico de esa parte de nuestro conservacionismo patrio con
menor altura de miras que vincula el uso del monte a solo las actividades catalogadas como moralmente aceptadas por ellos: senderismo, contemplación, turismo rural, etc. Viendo su actitud, puede decirse que existe un concepto de Educación Ambiental que tristemente no interesa en la ciudad, y es aquel que no responde a los anhelos y construcciones sociales propias de quienes viven muy lejos de la cotidianidad del medio rural. Probablemente les guien buenas intenciones, pero se equivocan. La Educación Ambiental no debe servir a los anhelos morales de una parte de nuestra sociedad, sino al futuro de nuestro patrimonio natural colectivo. Si no entienden esto, y además pretenden estigmatizar a quienes divulgan actividades que son relevantes en la gestión de nuestros montes y la vida de sus gentes, tengan clara una cosa: ustedes no creen en la Educación Ambiental, sino en quimeras.
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1 - http://www.eldiario.es/sociedad/educacion-publica-Extremadura-programa-promocionar_0_612089541.html
2 - http://www.eldiario.es/zonacritica/naturaleza-ama-tiros_6_591500853.html
3 - http://www.irec.es/en/
4 - http://blogs.20minutos.es/ciencias-mixtas/2014/05/13/el-ecologismo-no-debe-caer-en-la-trampa-animalista/
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