A algunos nos contaron de pequeños que el paso del tiempo traía irremediablemente el progreso, pero la realidad es testaruda y nos demuestra que nada más lejos de lo que las películas y los deseos nos pretenden hacer ver. Así, el campo está cada vez más degradado y abandonado, la fauna cinegetica que vertebró nuestra afición venatoria es cada vez más escasa, y la sociedad española no da simbolos de tener menos miedo que vergüenza. En este orden de cosas, parece ser que algunos siguen defendiendo prácticas "cínegéticas" (por llamarlas de alguna forma) por el mero hecho de llenar algunos bolsillos y/o asegurar grandes perchas. Entre estas innobles, pero frecuentes, prácticas se encuentra el uso de cebaderos para
atraer tórtolas y palomas durante la Media Veda. Desafortundamente, algunos "aficionados" han abandonado la cueva de quien sisa y no quiere ser descubierto, por la defensa hueca y altiva de cebar animales para después darles caza, como si fuera una mera
cuestión de opinión. En la mayoría de los casos el argumento esgrimido por estos
sujetos está ligado a su propio interés personal. Es decir, se trata de aficionados que habitualmente usan los comederos
como base para cazar tórtolas y palomas durante la Media Veda, con o sin ánimo
de lucro. Aunque en este blog ya
hemos hecho una amplia valoración [1] sobre lo que representan para la caza y
la conservación de la tórtola los comederos, vamos a hacer una breve reseña de por
qué consideramos que esta práctica debe ser extirpada de la venatoria lo antes
posible.
Caza social y ética venatoria
El uso de cebaderos en un coto concreto
tiene un efecto substancial en las fincas colindantes. En la mayor parte de los
casos, los cebaderos se llevan a cabo en fincas privadas. En los cotos sociales
no existen los cebaderos, ya que nadie gasta dinero en tirar pipa durante
semanas para que luego las tórtolas y palomas sean cazadas por cualquier
paisano. Así, los cebaderos realizados en fincas privadas, tanto por vendedores
de puestos como por pequeños grupos de amigos, atraen a las tórtolas y palomas
de la zona, lo cual hace que en el resto de cotos la
densidad de pájaros sea mucho menor. Cuando el uso de cebaderos era nulo o
residual, hace apenas unos años, los pájaros se repartían por el territorio, y
tórtolas y palomas se distribuían por los rastrojos de cualquier finca cercana
a su área de cría. Solo los girasoles ubicados en zonas con poca superficie
sembrada de este cultivo tenían capacidad para atraer una mayor densidad de
aves hacia una finca determinada. Aquí las virtudes del cazador
tenían su peso, y el que más tiempo dedicaba a conocer los pasos y querencias de
las aves por su coto, mejores resultados obtenía durante la Media Veda. Por el
contrario, si en la zona en la que se ubican cotos sociales hay cebaderos, quienes más
tórtolas y palomas cazarán en esa comarca serán unos tipos que por lo común habrán
recorrido centenares de kilómetros y abonado al menos 300-400 euros por puesto, mientras que el del coto del pueblo se preguntará por qué
ve tan pocos pájaros este año. El dinero llena el morral, y al cazador del
medio rural ajo y agua. Por cierto, ¿saben que dicen las Federaciones que tanto
apelan a la caza social sobre este asunto? Nada.
Conservación y gestión del hábitat
La actividad cinegética tiene una serie de
valores añadidos que benefician a las fincas en las que se práctica, que van desde la
presencia de un grupo de personas interesadas en su conservación (evitar
incendios, vertidos, furtivismo, etc.) a que ciertas medidas como la
implantación de bebederos y siembras favorezcan a numerosa fauna autóctona. De
esta forma, quienes apalabraban con el propietario o agricultores de su coto
sembrar unos trigos y algo de pipa podían ver su esfuerzo de gestión
recompensado durante la Media Veda, brindando además comida y refugio a toda la
fauna cinegética del coto desde Noviembre hasta Septiembre. Sin embargo, con
los cebaderos toda esta cuestión se desvanece. Con los comederos, la
actividad cinegética deja de ser útil para la conservación del hábitat, ya que basta
tirar grano por unos caminos durante mes y medio para perpetrar la faena. Eso sí,
los gorriones y estorninos se darán el verano de su vida, todo un gesto conservacionista por parte de los organizadores.
Estado de conservación de la tórtola común
A ningún cazador con dos dedos de frente se
le escapa que la tórtola ha sufrido un grave descenso poblacional durante los
últimos años. De hecho, existen cada vez más voces que piden una moratoria de
su caza en España, y son ya varias las CC.AA que han prohibido su
aprovechamiento. En este sentido, es en los cebaderos donde se producen la
mayor cantidad de tórtolas abatidas, tanto por la concentración de aves que
allí se da, como por la ceguera con la que estos pájaros entran a estos lugares
a comer. Así, mientras que las palomas torcaces son más gregarias y al sentir
los tiros se dan la vuelta o entran a gran altura, las tórtolas siempre cumplirán
a distancia de tiro, chorreadas y se adentrarán en el cebadero aun habiendo
disparos en ese momento. Una mezcla explosiva que hace que hasta en los
comederos en los que ponen los puestos muy próximos y la gente tira a todo,
sean muchas las tórtolas abatidas. De los cebaderos bien organizados en zonas tortoleras
ni hablamos, habiendo aún tipos sin escrúpulos capaces de colgarse 50-70 o 90 tórtolas
en un día. Este tipo de cazandangas
no son nadie sin cebaderos, y son los individuos que hoy están matando las 3/4 partes de las tórtolas cazadas en España. Así, las tórtolas capturadas en alguno de estos
cebaderos equivalen a las abatidas en decenas y decenas de cotos sociales y de
pueblo de sus alrededores, en los que apenas se producen algunas capturas esporádicas que
acompañan a las torcaces. Es precisamente en los cotos sociales donde se
práctica una caza de la tórtola compatible con su actual estado de conservación
y donde difícilmente se llega a los cupos. Sin embargo en la mayoría de
cebaderos los cupos jamás se respetan, ya que nadie está dispuesto a pagar
entre 300 y 400 euros para cobrar 10 tórtolas. Por tanto, si queremos seguir
cazando la tórtola habrá que mantener y defender exclusivamente su caza más
tradicional y menos lesiva, priorizando la caza social por encima de los
negocios y los caprichos de aficionados de baja alcurnia venatoria.
Legitimación social
Finalmente,
conviene recalcar que el alejamiento entre el medio rural y urbano limita cada
vez más la comprensión de ciertas prácticas tradicionales en una parte
mayoritaria de nuestra sociedad. Para poder hacer entender el valor de la caza bien
practicada hay que mostrar sus virtudes sociales, económicas y ambientales; y aun
así no resulta fácil. Teniendo esto en cuenta, resulta bastante complicado
explicar la ética y el sentido de la caza cuando algunos se dedican a atraer animales
con cebo durante semanas a un lugar determinado para finalmente liarse a tiros con
ellos. Si a esto le sumamos que la especie ha sufrido un descenso más que
considerable y su aprovechamiento cinegético está en cuestión, ya dirán ustedes la
imagen que damos los cazadores en conjunto cuando se habla de cómo cazan
algunos las tórtolas. Defender la caza racional y tradicional es factible, y
suma a mucha más masa social de la que aparentemente pudiera parecer. Pero
cuidado, si en el actual contexto no abandonamos ciertas prácticas abusivas y
vergonzantes perderemos valiosísimos apoyos, y lo pagaremos socialmente caro
como colectivo.
Coherencia y futuro
Así pues, aviso a equidistantes e
indiferentes. Si afirmamos que
nos importa la conservación de la menor y la defensa de una caza sostenible y responsable,
tenemos el deber de actuar en consecuencia. El uso de los cebaderos,
particularmente en el caso de la tórtola común, debe ser prohibido y perseguido
por las Consejerías de Medio Ambiente, ya que es su responsabilidad legal y
política. Asimismo, quienes desde Federaciones y organizaciones venatorias dicen
defender la caza social tienen la obligación moral de exigir dicha prohibición a
las administraciones. Finalmente, quienes siguen participando en tiradas de tórtolas
asociadas a comederos deberán hacer autocrítica
y pensar en volver a cazarlas como se ha hecho siempre: al paso y con
la incertidumbre de si habrá éxito o no. Si no lo hacen, que no nos pidan ir en futuras manifestaciones
junto a ellos, no defendemos lo mismo.
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[1] La otra Media Veda y los anticaza. Blog Caza Crítica. http://cazacritica.blogspot.com.es/2013/09/la-otra-media-veda-y-los-anticaza.html
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[1] La otra Media Veda y los anticaza. Blog Caza Crítica. http://cazacritica.blogspot.com.es/2013/09/la-otra-media-veda-y-los-anticaza.html